En el ajedrez político boliviano, donde las estrategias de dispersión del voto parecen más calculadas que nunca, la reciente elección de Orlando Careaga como acompañante de fórmula de Rodrigo Paz Zamora ha generado una ola de cuestionamientos. Careaga, quien anteriormente representó al régimen masista en el Senado por Potosí, se suma a la lista de figuras que, lejos de ofrecer una alternativa clara al oficialismo, parecen estar jugando a su favor.
Rodrigo Paz Zamora ha pasado por un extenso recorrido entre agrupaciones políticas, buscando un espacio desde donde proyectarse. Sin embargo, su decisión de sumar a Careaga a su equipo despierta legítimas preocupaciones sobre su papel en el escenario electoral. ¿Es Paz Zamora una verdadera alternativa o simplemente un actor satélite del MAS destinado a fragmentar el voto opositor?
Los antecedentes de estas estrategias no son nuevos. En repetidas ocasiones, candidaturas que en apariencia representaban una opción independiente han terminado siendo funcionales al mantenimiento del actual régimen. La inclusión de figuras vinculadas al oficialismo, directa o indirectamente, levanta sospechas sobre la verdadera naturaleza de estas postulaciones.
El ciudadano boliviano, cansado de maniobras que solo perpetúan la hegemonía del masismo, enfrenta nuevamente el desafío de discernir entre candidatos genuinamente comprometidos con el cambio y aquellos que podrían ser piezas de una estrategia de dispersión. En un contexto electoral donde la unidad de la oposición es crucial, la aparición de figuras que siembran dudas sobre su independencia política podría traducirse en un nuevo revés para quienes buscan un futuro diferente.
La pregunta queda en el aire: ¿es Rodrigo Paz Zamora un candidato con visión propia o simplemente otro actor funcional al esquema de poder que domina Bolivia? La respuesta, como siempre, recae en el voto informado y crítico de la ciudadanía.
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La Paz.
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