Por: Milton Mendoza M.
El 14 de junio de 1935 a horas 12.00, los ejĂ©rcitos de Bolivia y Paraguay dejaron de disparar, poniendo de esta manera fin a un conflicto bĂ©lico que desangrĂł a dos paĂses vecinos durante tres años. Bolivia movilizĂł 200.000 hombres, cayeron prisioneros 25.000 y murieron 50.000, este Ășltimo dato es objeto de controversia a causa de nuevas cifras proporcionadas por el revisionismo histĂłrico. Por su parte, Paraguay movilizĂł 150.000 hombres, cayeron prisioneros 2.500 y murieron 40.000.
Si bien los conflictos armados que Bolivia tuvo que afrontar a lo largo de su historia significaron grandes pĂ©rdidas territoriales y el efecto que tuvieron en los aspectos polĂtico, econĂłmico y social, no tuvieron la importancia de la Guerra del Chaco, que con creces significĂł un cambio estructural del Estado.
Por la cantidad de efectivos movilizados, la pĂ©rdida nunca antes vista de bolivianos en combate o producto de las enfermedades que traĂan consigo las condiciones del frente de batalla y, sobre todo, por el encuentro de clases sociales, razas, gente que provenĂa de distintas regiones del paĂs, con fundada razĂłn se puede decir que las consecuencias de la Guerra del Chaco las podemos apreciar hoy en el tipo de sociedad que tenemos, en la concepciĂłn de nuestra historia, en la nueva visiĂłn de paĂs que se fue elaborando en la mente de los futuros conductores, apagando el eco del Ășltimo disparo en las trincheras todavĂa calientes de ese dĂa.
Fue un viernes 14 de junio de 1935 cuando acatando la ordenanza impartida por el comandante en jefe del EjĂ©rcito boliviano, Gral. Enrique Peñaranda, a las 12.00 cesaban por completo los fuegos en toda la lĂnea del frente de operaciones. Las tropas de la ofensiva boliviana permanecerĂan en sus posiciones, en vigilancia, no se admitirĂa parlamentarios, ni conversaciĂłn de ningĂșn gĂ©nero con el enemigo. Si individuos aislados o fracciones del enemigo se presentaban armados a menos de 100 metros de la lĂnea boliviana, con cualquier pretexto, se deberĂa romper el alto el fuego.
Entre las 11.30 y las 12.00 de ese dĂa final, deberĂa producirse un hostigamiento general “en todo el frente y con todas las armas”. Durante esa media hora, todos los cañones, morteros, ametralladoras y fusiles dispararon sin interrupciĂłn. Las tropas paraguayas, alarmadas ante ese inusitado alarde de hostilidad, respondieron, produciĂ©ndose en todo el sector en conflicto, desde el Pilcomayo hasta el ParapetĂ, el combate mĂĄs intenso de toda la contienda bĂ©lica. En esa media hora el soldado rogĂł por su vida como nunca lo habĂa hecho y disparĂł al azar, ya sin ĂĄnimo de causar daño; sin embargo, la guerra cobrĂł sus vĂctimas aun en aquellos postreros minutos, apunta Roberto Querejazu Calvo en su libro Masamaclay.
A pesar de que la tregua fue pactada solo por 10 dĂas y el recelo de los comandos de ambos paĂses de que cualquier forma de confraternizaciĂłn podrĂa dañar la moral de los combatientes, se ordenaba abstenerse de parlamentar con el enemigo. Las ansias de conocer al adversario con el que se habĂa trabado en cruenta lucha, fue mayor que cualquier prohibiciĂłn y allĂ en el camino de Villamontes-Boyuibe los oficiales del Regimiento Santa Cruz boliviano y el Toledo paraguayo se confundieron en un apretĂłn de manos, en un abrazo fraterno y asĂ a lo largo de todo el frente los soldados, ya sin distinciĂłn de uniformes ni banderas, sobrevivientes del infierno verde, intercambiaron “prendas de ropa, cuchillos, escarapelas y hasta se tomaron fotografĂas, registros que quedan de la estĂșpida conflagraciĂłn”.
En las Ășltimas pĂĄginas del libro de Querejazu antes citado, se observa en una fotografĂa al Gral. Peñaranda, jefe del EjĂ©rcito boliviano, posando con todas sus condecoraciones, sonriente y portando una fusta, como si la guerra lo hubiera merecido, mientras que a su lado al Gral. Estigarribia, jefe del EjĂ©rcito paraguayo, se lo ve con un uniforme sencillo y con un semblante que denota tranquilidad. Esto sucediĂł el 18 de julio de 1935 en el campo de nadie, mientras que Bolivia acababa de perder 240.000 kilĂłmetros cuadrados.
Se ha calificado a la Guerra del PacĂfico como injusta, a la Guerra del Acre como la “guerra imposible” por las condiciones de inaccesibilidad para las tropas bolivianas al teatro de operaciones, y sobre la Guerra del Chaco, el escritor y diplomĂĄtico boliviano Augusto CĂ©spedes dijo que fue una guerra absurda. Dos paĂses hermanos encontrados hostilmente en una cita con su destino.
*Milton Mendoza M.es abogado y presidente de la FundaciĂłn Juntos por los Derechos Humanos.
OPINIĂN Y ANALISIS.
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